El pueblo iraní, entre la revolución y el miedo
El principal objetivo de Israel y EE.UU. con esta guerra es desestabilizar a Irán para eliminar la competencia en la región, como apunta el analista Daniel Bashandeh

“El pueblo iraní no desea la guerra. Estamos entre la espada y la pared”, asegura la activista iraní Nilufar Saberi. “El pueblo iraní no está en guerra con nadie más que con la teocracia islamista en Irán, Gobierno ocupante desde 1979”, aclara. “Son nuestros verdugos”, una ideología extremista que mantiene “prisionera” en su propio país a una población de 90 millones de personas, además de los ocho millones que, como ella, viven en el exilio.
Para Saberi, asociada con el movimiento ‘Mujer, Vida y Libertad’, la llegada de esta guerra con Israel no ha sido ninguna sorpresa, y critica que las autoridades, a lo largo de 46 años de teocracia, no hayan previsto ninguna protección para la población civil, “ni un refugio, ni siquiera tenemos alarma”.
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Este es el sentimiento del pueblo iraní, reprimido durante años por el régimen islámico y ahora bombardeado también por Israel con la connivencia de Estados Unidos, su aliado tradicional. Donald Trump sigue jugando a la ambigüedad sobre si Estados Unidos entrará o no en esta guerra. Tanto él como su homólogo israelí Benjamin Netanyahu justifican estos ataques en los supuestos planes de Irán para el desarrollo de un arma nuclear, llegando a asegurar que está muy cerca de conseguirlo, aunque eso no es exactamente así.
Lejos de la bomba nuclear
En las organizaciones internacionales y entre los expertos en armamento nuclear, la respuesta es que no hay bomba nuclear en manos de Irán y tampoco está cerca de conseguirla. El Organismo Internacional de la Energía Atómica, el regulador mundial, sí que ha dicho este mes, y lo ha hecho por primera vez en 20 años, que Irán no está cumpliendo con sus compromisos para que se vigile su programa nuclear y no lo utilice con fines militares. Reconoce que Irán ha enriquecido uranio muy por encima del 3% al que se comprometió como límite máximo en 2015. Una vez roto ese pacto, puede haber alcanzado el 60, pero para una bomba atómica se necesita al menos llegar al 90%. “No hemos encontrado ninguna prueba de que exista un esfuerzo sistemático por parte de Irán para tener un arma nuclear”, aclaró el director general del OIEA Rafael Grossi.
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El SIPRI, el Instituto de Estudios para la Paz de Estocolmo, que también monitoriza este tipo de armamento, subraya que no hay pruebas de que Irán haya tomado el camino de fabricar una bomba atómica, mientras que recuerda que Israel sí es una amenaza en este sentido porque tiene al menos 90 cabezas nucleares. El director de este organismo, Dan Smith, explica además que incluso aunque Irán se hubiera saltado todos los límites que se le han ido exigiendo, eso no implicaría que pueda fabricar esta arma a corto plazo. “No están tan cerca como piensan algunas personas. Aunque han enriquecido uranio de manera considerable, todavía están lejos del nivel necesario para una bomba atómica. Y, además, una vez que tengas suficiente uranio enriquecido, todavía queda un camino hasta hacer una bomba. Y luego esa bomba la tienes que montar en un misil sin que se reduzca el alcance del proyectil. Así que aún tendría mucho por hacer en caso de que fueran en esa dirección, de lo que además no hay pruebas. Es una especulación”.
Y hay más declaraciones de expertas que muestran que en el ataque a Irán puede que haya algo más que este argumento nuclear, que haya otros intereses. Y es que a Donald Trump le persigue esta declaración de Tulsi Gabbard, Directora de Inteligencia Nacional de Estados Unidos, de hace tres meses: “los servicios de inteligencia siguen considerando que Irán no tiene un arma nuclear y que su líder supremo no ha aprobado ningún programa en ese sentido desde 2003”. Es decir, la propia inteligencia de Estados Unidos descarta este escenario, a lo que Trump ha venido a decir esta semana que le da igual lo que diga la máxima responsable de este tipo de investigaciones en su propio país, porque él sí cree que Irán quiere fabricar la bomba, aunque no ha dado pruebas.
El Instituto Estadounidense para la Ciencia y la Seguridad Internacional calcula que Irán tiene 22.000 centrifugadoras, que son las máquinas necesarias para aumentar la proporción del isótopo del uranio que es capaz de realizar la fisión nuclear. En todo caso, la verdad estará en el interior de las instalaciones nucleares de Irán. Pero pruebas verificables de que tenga el arma o de que esté cerca de conseguirla, de momento, no hay ninguna.
Derrocar el régimen
Esta es la causa oficial de la ofensiva israelí, pero los ataques de esta última semana se han ampliado a otros muchos objetivos, incluido el líder supremo iraní. Alí Jamenei es la figura central del régimen teocrático iraní que Israel se ha propuesto derrocar con el apoyo de Estados Unidos, pero no está garantizado que con la caída de Jamenei la República Islámica vaya a desintegrarse, como advierte Daniel Bashandeh, analista experto en Irán y en Oriente Medio.
“Están evaluando, tanto en Washington como como en Israel, cómo acabar con este régimen, porque uno de los objetivos que tiene Israel es el de que Irán permanezca en la desestabilización permanente, que no tengan un competidor regional capaz de hacerle frente tanto en términos económicos como en términos de posible potencia nuclear”, explica Bashandeh.
Para lograrlo, primero buscan “debilitar el liderazgo de Jamenei” a través de ataques contra instalaciones críticas, militares y, sobre todo, “dando la sensación de que Israel y Estados Unidos controlan el espacio aéreo”. Esa estrategia está dirigida a evitar que el líder iraní muera como un mártir. “Eso podría reforzar a la República Islámica en esa cohesión que tienen más allá del líder”, asegura el analista. “No olvidemos que Israel ha acabado con los diferentes líderes de Hamás, de Hezbollah, y no ha conseguido acabar con los movimientos de resistencia. Y parece ser que retrasar esta decisión va encaminado a ello, en debilitar el liderazgo de Jamenei dentro de Irán y que no se convierta en un mártir.
La caída del régimen sería celebrada por el pueblo iraní que ha sufrido su yugo durante décadas, aunque habrían deseado que ocurriera de otra forma. “Obviamente, no queremos que intervenga ningún Gobierno extranjero en los asuntos interiores de Irán”, dice Nilufar Saberi. “Por otro lado, el Gobierno que tenemos nos lo impusieron precisamente entre Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña. No fue elección del pueblo iraní. Entonces parece ser que los que los pusieron ahora les conviene quitarlos. Pero lo que no queremos son bombas sobre nuestras cabezas, de la población civil, que no tenemos absolutamente nada donde refugiarnos”.
La activista iraní denuncia la falta de suministros y lugares donde ponerse a cubierto. “Tenemos que comernos las bombas que nos caen del cielo a la vez que somos detenidos por las fuerzas de seguridad islamistas a la mínima que hagamos una foto o un video de las escenas de los bombardeos”. Saberi asegura que la población iraní ha pasado las últimas 48 horas sin Internet, lo que les impide conseguir información de lo que está ocurriendo dentro. “Somos un gran pueblo olvidado por la comunidad internacional”, lamenta.
No le preocupa lo que pueda pasar en el día después de que caiga el régimen islamista a través de la fuerza. “Todo cambió puede acarrear consecuencias y hay que pagarlas”, dice, conformándose con alcanzar una vida en paz, sin miedo. “El después de irán dependerá en gran parte del pueblo iraní”, asegura, pero es consciente de que no llegará de inmediato una democracia, y acusa a las potencias extranjeras de impedir que Irán sea un país realmente independiente, democrático y secular.
Un segundo Irak
En los intereses de Israel y Estados Unidos está que Irán no sea un competidor regional y que no tenga capacidad de respuesta, por eso Daniel Bashandeh apunta a un escenario en Irán similar a lo que ocurrió en Irak tras la invasión de Estados Unidos: la desestabilización permanente.
“Si cae Jamenei, tenemos que ver si se va a dar un vacío de poder o no. Tendrá que reorganizarse el poder dentro de Irán”, añade, “porque la República Islámica ahora está organizada en torno al líder supremo”. Además, al producirse la caída tras un conflicto bélico, entrará en juego también el Ejército, reclamando su espacio de poder, lo cual es un escenario “muy peligroso”, en palabras de Bashandeh.
El analista explica que tampoco a Arabia Saudí o a los países del Golfo les interesa un Irán fuerte, pero priorizan su estabilidad interna, por lo que tampoco quieren un conflicto bélico. “Son sistemas políticos muy frágiles y dependen ahora mismo de Estados Unidos”. Trump no ha dejado de reforzar a su aliado, Israel, desde el ataque de Hamás del 7 de octubre que desató la guerra en Gaza como respuesta. Por otro lado, Rusia es el aliado clave de Irán, y podría “hacer lo mismo que ocurrió con Siria, hacer un cambio de cromos para avanzar posiciones en Ucrania”, advierte Bashandeh, aunque, siendo el régimen tan importante en este momento para Vladímir Putin por su suministro de armamento, ve difícil que lo deje caer. En cuanto a China, la decisión es más sencilla, según el analista, estaría menos interesada en involucrarse en esta guerra porque está centrada en Asia y en la batalla por la hegemonía económica mundial.