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Cannes 2025 | Guillermo Galoe dignifica la resistencia de la Cañada Real en la fantástica 'Ciudad sin sueño'

Cannes

La gente siempre resiste. Dejó dicho Ken Loach que la razón por la que se hacen películas es para permitir que las personas expresen esa resistencia. Con un estilo completamente distinto al del veterano director británico, pero con la misma esencia, la de mostrar la resistencia de la gente, ha diseñado su película Guillermo Galoe. El cineasta madrileño desarrolla aquello que ya indagó en su cortometraje, Aunque es de noche, ganador del Goya y seleccionado en Cannes, en Cuidad sin sueño, película que compite en la Semana de la Crítica. Cómo dos adolescentes viven en la Cañada Real, uno de los mayores poblados chabolistas que se encuentra a media hora del centro de Madrid.

En un juego entre la ficción y el documental, el cineasta se enrola en el retrato del día a día a través de una familia, pero sobre todo de un chico joven, Tonino, al que ya descubríamos en el cortometraje. En realidad, 'Ciudad sin sueño' puede leerse como una coming of age, una película sobre el paso de la adolescencia a la edad adulta, donde los juegos dan paso a la asunción de la vida y sus problemas, mucho más acuciantes para un adolescente que vive en un lugar donde no hay ni casi agua y donde no parece haber mucho futuro, pero, como nos ensañaba Ken Loach, sus gentes resisten.

Tonino juega con su amigo, del que sabe que va a despedirse, pues se muda con su familia a Marsella. Todo su mundo parece cambiar, después de que sus padres hayan decidido coger un piso de protección oficial. Abandonará su ciudad, esa han construido sus abuelos y que vive en los márgenes del sistema. Los juegos consisten en grabarse con el móvil y grabar su entornos usando filtros de colores, una idea brillante que permite al director evitar un punto de vista paternalista o adoctrinador. Son los chicos los que miran a través de sus ojos lo que hay alrededor, el descampado, la chatarra, los animales, la droga, las hogueras. Solo así la cámara entra en todos los lugar posibles de un lugar con reglas diferentes que el equipo de Galoe ha conseguido sortear y entender sin juzgar.

Es casi un milagro cómo han rodado las escenas familiares donde la naturalidad y el realismo son totales. La cámara desaparece mientras discuten sobre uno de los ejes de la película: irse o resistir. Un debate que se desarrolla sutil y al que asistimos no solo a través de los diálogos de la familia, el abuelo, la abuela, las tías, los padres y los niños, sino sobre todo a través de las miradas de Tonino. La escena en la que visitan el piso que les ofrece servicios sociales evidencia eso que Lorca plasmó en el poema que da título al filme y que Enrique Morente convirtió en canción, que suena también en la película. “Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan”, dice un poema que muestra cómo la ciudad deshumaniza, quita la posibilidad de soñar y de ser libre. Lo hace el entorno de la Cañada Real, pero tampoco parece plausible todo eso en un bloque de pisos de uralita.

La fotografía del portugués Rui Poças, colaborador del cineasta Miguel Gomes, evita cosificar el lugar y a sus habitantes, a lo que el filme retrata con dignidad y respeto, que viven en un mundo liminal y que han quedado al margen de la sociedad. Lejos de adentrarse solo en lo malo de una subcultura, la película pone el foco también en la conciencia, la de esas mujeres gitanas que hacen bromas y se ayudan en la peluquería montada por las mujeres de una familia árabe, por cómo los chicos conviven con una y otra cultura sin problema o enfrentamiento y hasta del significativo saludo de la Guardia Civil al paso por uno de los puntos de venta de droga.

El juego entre quién graba qué, quién está detrás de la cámara y cómo las imágenes configuran el mundo de quien lo habita dan al filme una dimensión mayor que la de ser una muestra de la injusticia social de los habitantes que nacieron en la Cañada Real, un lugar que lleva resistiendo desde hace décadas a la dejación administrativa, al olvido institucional y al pasotismo de los madrileños. Ciudad sin sueño es un poema donde la realidad, lo político y lo bello pasan de las sombras a luz y donde el espectador puede despojarse de prejuicios y entender que la resistencia es lo único que el cine puede ofrecer.

 

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