Las marcas del demonio que condenaron a Urbain Grandier a la muerte en el caso de las monjas poseídas
Los lunares del cura acabaron siendo determinantes

Las marcas del demonio que condenaron a Urbain Grandier a la muerte en el caso de las monjas poseídas
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Madrid
Hace ya varios siglos, concretamente en el año 1626, la ciudad de Loudun (Francia) asistía al nacimiento de su primer convento de monjas ursulinas. Un convento, compuesto por un total de 17 religiosas, que llegaban a la región con el objetivo de reforzar la presencia del catolicismo en una región en la que su población estaba compuesta principalmente por protestantes hugonotes. Una vez allí conocerían al cura de una de las principales parroquias de la ciudad, Urbain Grandier, quien cambiaría su vida para siempre.
Más información
Un religioso que, tal y como cuenta Nacho Ares en el último programa de SER Historia, era una auténtica celebridad por su atractivo. Los libros de aquella época recogen que Grandier era un hombre muy elegante, culto y atractivo que destacaba por una capacidad oratoria extraordinaria. Esto, unido a que no tenía problema alguno en saltarse su voto de castidad en varias ocasiones, provocó que estuviera en el ojo del huracán desde el minuto uno.
La posesión de las monjas de Loudun
Más aún cuando comenzó a tener relación con las monjas del convento de Loudun, cuando las estas empezaron a ser testigos de extrañas apariciones: "Las monjas empiezan a hablar de visiones de fantasmas, de bolas negras que van pasando por los pasillos y de escenas más macabras. Además contenían el aliento hasta hincharse, alteraban sus voces para que fueran aterradoras, ponían los ojos en blanco y corrían por las habitaciones quitándose los hábitos".

El pacto de las monjas endemoniadas de Loudun
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Después de que las autoridades las acusaran de estar endemoniadas, estas apuntaron a Grandier como responsable de esta situación: "Aprovecharon para acusarle de todo lo habido y por haber porque tenía muchos enemigos". En ese momento, el padre Mignon empezó a llamar a varios exorcistas para que comenzaran a trabajar en el convento. Fue entonces cuando llegaron a la conclusión de que las monjas habían sido poseídas por dos demonios. Y las monjas aseguraron por activa por pasiva que había sido por culpa de Grandier: "Dijeron que fueron endemoniadas por un ramo de rosas arrojado por Grandier por encima del convento".
La muerte de Grandier
Por suerte, la historia llegó a oídos del arzobispo de Burdeos (Henri d'Escoubleau de Sourdis), que era amigo de Grandier, y decidió paralizar los exorcismos. Varios meses después de esta primera oleada de exorcismos, el Cardenal Richelieu enviaba a Jean de Laubardemon al convento para que analizara la situación junto a un fraile capuchino. Tras conocer toda la historia, estos deciden detener a Urbain Grandier y acusarle de brujería. De hecho le meten en la cárcel y comienzan a buscarle las marcas del demonio.
Después de desnudarle descubren que tienen un total de cuatro marcas diabólicas que confirmarían su pacto con el diablo. Unos lunares, repartidos por la espalda, las nalgas y los testículos, que llevaron a pensar que realmente tenía conexión directa con los demonios que atacaron a las monjas. Más aún después de que se "encontrara" un pacto satánico escrito en latín y del revés en su domicilio. No obstante, todo apunta a que fueron ellos mismos quienes la escribieron con el objetivo de incriminar al cura. De esta manera, y dado que tenían todas las pruebas más que claras, comenzaron a clavarle un punzón en cada una de las marcas del diablo. Todo ello para, finalmente, condenarle a la muerte. El 18 de agosto de 1634, las autoridades comienzan a torturar al cura hasta que finalmente le queman vivo.
A pesar de la ejecución de Grandier, las monjas continuaron mostrando signos de posesión, lo que generó dudas sobre la veracidad de las acusaciones. Se realizaron más exorcismos públicos, con escenas de histeria colectiva en las que las religiosas hablaban en lenguas extrañas. Con el paso del tiempo, los episodios de posesión fueron disminuyendo, pero el convento se convirtió en lugar de peregrinación. Hoy en día, la mayoría de los historiadores creen que las posesiones fueron una combinación de manipulación política y represión sexual dentro del convento.

David Justo
(Astrabudua, 1991) Periodista especializado en tecnología que aborda la vida digital desde otro punto...