George Mackay, el actor todoterreno: "El objetivo innato de este trabajo es cuestionar el estado de las cosas"
El intérprete, uno de los rostros de la nueva generación del cine británico, encabeza el reparto de 'The End', el musical apocalíptico de Joshua Oppenheimer

George Mackay presenta 'The End' en el Festival de San Sebastián (Photo by Carlos Alvarez/Getty Images) / Carlos Alvarez

Madrid
La escuela dramática británica ha sido históricamente una de las mejores canteras de intérpretes para el teatro y el cine. Formados en la tradición shakesperiana, la mayoría se ha curtido en los escenarios para luego dar el salto a las series, a películas independientes o grandes superproducciones. En los últimos años una nueva generación de actores británicos ha irrumpido con fuerza en festivales, premios y portadas de revistas. Ahí están ejemplos como Paul Mescal, de 'Normal People' a 'Gladiator'; Josh O'Connor, de 'Tierra de Dios' a 'La Quimera' o 'Challengers'; Barry Keoghan, de 'Dunkerque' a 'Almas en Pena de Inisherin' o 'Bird', y Harris Dickinson, de 'Beach Rats' a 'El triángulo de la tristeza' y 'Babygirl'. A ellos se suma George Mackay (Londres, 1992), actor de ascendencia australiana que descubrimos en 'Pride' y junto a Viggo Mortensen en 'Captain Fantastic'. Pese a protagonizar ambiciosos proyectos como '1917' de Sam Mendes, no se ha prodigado tanto en el cine comercial americano y siempre ha arriesgado en trabajos autorales con directores como Justin Kurzel o recientemente con Bertrand Bonello en 'The Beast'.
"El proceso de trabajo es mi propia aventura personal, también soy egoísta. Yo solo quiero mejorar en este oficio y practicar. Trabajos tan distintos me ofrecen la oportunidad de explorar diferentes partes de mí mismo, diferentes formas de actuar. Es como el fútbol. Quiero jugar en todas las posiciones diferentes para, en última instancia, convertirme en el mejor jugador. Si puedes ser portero, luego ser delantero, luego ser extremo, con suerte, serás un buen todoterreno", respondía entre risas en el pasado Festival de San Sebastián, donde presentó 'The End', el musical apocalíptico de Joshua Oppenheimer. "Los proyectos en los que he participado hacen que aprendas cosas que luego no puedes ignorar. Y una vez que has aprendido algo sobre ti o sobre el mundo o la forma en que funciona algo, dices, hablemos de eso. Por eso me atraen las cosas que he aprendido y adquirido a lo largo del tiempo, los proyectos que me permiten seguir explorando y cuestionando todas esas cosas. El objetivo innato de este trabajo es hacer un papel que cuestione la cosas. Hacer un proyecto como este me ha hecho pensar sobre las historias que nos contamos o la forma en que funciona el mundo", añade.
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Mackay es el centro de este drama ambientado dos décadas después de una catástrofe medioambiental y donde una familia de ricos sobrevive en un lujoso búnker construido en una mina de sal. Él es el Hijo, en mayúsculas porque nació allí y no conoció el mundo exterior, porque nunca se ha cuestionado esos privilegios hasta que llega una joven y trastoca la apacible y falsa vida familiar. "El punto central del hijo es que nunca ha conocido a nadie más, solo tiene lo que le han contado y lo que ha leído, o las imágenes que le han mostrado. Su comprensión del mundo es hipotética y con eso viene una hermosa libertad porque puede hacer lo que quiera, pero luego hay una semilla, esa especie de germen por el que sabe que hay cosas que no sabe y tiene que decidir cómo de valiente es con eso, si puede o se niega a hacerlo. La clave para él era básicamente averiguar en privado qué es lo que sabe con certeza, qué cree que sabe, y luego su trabajo en el presente es cómo manejar esas dos cosas", explica de su personaje.
El actor también canta en este original musical junto a Tilda Swinton y Michael Shannon, sus padres en la ficción, y un pequeño grupo de sirvientes y amigos a los que dejaron entrar en ese exclusivo búnker en el que viven rodeados de arte, música y comida, parte de los mismos lujos que disfrutaban antes del fin del mundo. Cuenta el director que se sorprendió al conocer que muchas familias ricas se habían fabricado búnkeres para salvarse si venía el apocalipsis, espacios privados y bajo tierra para sobrevivir frente a los demás. "La primera vez que tuve ese tipo de revelación para hacer 'The End' fue hace ocho años, y ahí pensé que debía tener lugar en un búnker 25 años después de que el mundo sucumbiera al cambio climático y que debía ser un musical del tipo de la Edad de Oro. Estos búnkeres de supervivencia de multimillonarios fueron algo que descubrí mientras investigaba para un documental, pero la idea de que tenía que ser un musical fue esencial desde el principio. Es lo que hace que sea una película sobre el engaño, sobre la negación, sobre la idea de que todo saldrá bien, incluso cuando, como en el caso de la película, todo salió completamente mal y ese sentido es lo que hace que la película sea una especie de meditación sobre las falsas esperanzas y, por lo tanto, eso fue esencial para la visión desde el principio", dice Oppenheimer sobre la idea original de esta película, su primera incursión en la ficción tras firmar dos de los documentales más impactantes y perturbadores de la historia del cine.
Como en 'The act of Killing' y 'La mirada del silencio' aquí también hay una denuncia de la impunidad que tanto odio, dolor y violencia genera en la sociedad. El director, que había vivido en Indonesia, se obsesionó con cómo los responsables del genocidio en aquel país seguían viviendo como si tal cosa. De ahí que decidiera reconstruir y recrear el horror con una especie de metaficción de los criminales donde también había espacio para el humor y los números musicales. "Hay un hilo conductor entre los documentales en Indonesia, 'The act of killing' en particular, y 'The End'. Aquí tienes una familia que prospera en la impunidad, se dicen a sí mismos que están prosperando en la impunidad, de hecho, luchan por levantarse de la cama todas las mañanas y reconstruir la esperanza y la narrativa que justifica sus acciones. Al igual que el protagonista de 'The Act of Killing' luchaba todos los días por levantarse de la cama y decirse a sí mismo que lo que hizo fue heroico o justificable. Lo que yo hago es cuestionar durante el proceso de filmación esas narrativas. Con impunidad se construye una cultura de mentiras y autoengaño para justificar las propias acciones, y esa es una habilidad exclusivamente humana. Sabes que algo es falso, pero crees o te dices que es verdad", analiza Oppenheimer.
No es extraño, por tanto, que en su primer salto a la ficción, el director haya elegido un reverso del musical clásico para contar la destrucción de una familia al tiempo que se destruye el mundo. Si en The act of Killing, Oppenheimer hizo pasar a los asesinos, tratados como héroes en su país, por situaciones extravagantes, como secuencias de baile y dramatizaciones que imitaban el cine negro, en un intento de desvelar su culpabilidad, ahora ridiculiza con las canciones a esta familia y muestra cómo se reproduce la manipulación, el poder y la desigualdad en una sociedad tan jerarquizada por el dinero como la nuestra. "Pensaba en cómo la película se relaciona con los musicales de la Edad de Oro, con los de la época dorada de Broadway que luego tuvieron adaptaciones cinematográficas. El cliché de esos musicales es que cuando la verdad para un personaje se hace demasiado grande, no la dice, tiene que cantarla. 'The End' muestra una especie de imagen negativa de esos musicales, tal vez sea un musical de la era oscura, porque las canciones emergen a menudo de una crisis de duda. Cuando las narrativas e historias a las que se aferran los personajes comienzan a desmoronarse, hay momentos de duda en los que se quedan sin palabras. Y antes de que nos topemos con el muro del silencio, que es lo más veraz, los personajes encuentran, con bastante desesperación, una melodía, un estribillo, un himno nuevo, un poco de música, una canción que puedan cantarse a sí mismos para poder volver a arreglárselas. Parece que la armonía y la música tiene mucho en común con Rodgers y Hammerstein, es luminosa y hermosa, pero en lugar de expresar la verdad más profunda, es una mentira. La verdad realmente brilla en los silencios, cuando paran de cantar", explica.
Las canciones y las coreografías permiten que el espectador explore de una manera emocional las conciencias de esas familias que destrozan el mundo, pero que, gracias a su privilegio, serían las primeras en conseguir salvarse de la catástrofe. A través de las relaciones entre los padres y el hijo se observa cómo se manipulan unos a otros, como se hacen chantaje emocional y cómo restan importancia a las masacres que han contribuido a levantar el patrimonio de esa aparente familia feliz. La mirada del director es dura y pesimista, ni siquiera ese hijo idealista que interpreta George Mackay puede hacerlo. Nadie puede salir de la rueda del capitalismo y el patriarcado, donde la familia es más fuerte que la culpa y la muerte.

José M. Romero
Cubre la información de cine y series para El Cine en la SER y coordina la parte digital y las redes...