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Astrid Gil-Casares: "El dinero te permite que tu curiosidad sea satisfecha"

Aimar Bretos entrevista a la escritora Astrid-Gil Casares. Acaba de publicar 'No digas nada' (Editorial Huso)

Madrid

Astrid Gil-Casares no esconde el dolor que le causó la muerte de su madre: "Se me rompió la vida". Ella no pensaba que le fuera a afectar tanto porque, al fin y al cabo, tenía más de 50 años cuando ocurrió, pero le costó superarlo. Cuando se recuperó de esa tristeza, empezó a escribir 'No digas nada' (Editorial Huso).

La novela

Sus tres hijas adolescentes fueron las que le dieron el impulso definitivo para volver a escribir cuando le dijeron que no podía seguir así. Ése es el trasfondo en el que surge el libro que cuenta la historia de Alana, una mujer divorciada, con tatuajes, que no se recupera de la muerte de su madre y que vive en un mundo en el que la gente está "a dos llamadas de teléfono" de tener "la mejor mesa del mejor restaurante" o acceso a un concierto con entradas agotadas. No es una novela basada en su historia real, pero la protagonista tiene muchos puntos en común con Astrid Gil-Casares. Ella también está divorciada, ella también está tatuada y ella también suele ser muy crítica consigo misma.

El privilegio

La vida de Astrid Gil-Casares es una vida distinta a la de cualquiera de nosotras. Durante años su vida ha estado ligada a las páginas más exclusivas de la prensa del corazón por su biografía. Estuvo casada con Rafael del Pino, presidente de Ferrovial y una de las grandes fortunas de España y su madre venía de una familia francesa, aristocrática y muy conservadora. "Soy extremadamente privilegiada. No estoy de acuerdo con la gente que no quiere reconocer que nacer con una cierta cantidad de contactos y comodidad económicamente ayuda en la vida". Ella no se anda con rodeos: "El dinero te permite que tu curiosidad sea satisfecha". Ella es un ejemplo de ello, porque

Ella reconoce que en ese mundo del que ella procede el "no existe", pero puedes no oírlo. No escuchar el 'no' es un privilegio de clase, pero reconoce que eso permite pensar que "todo es posible". Su madre, por ejemplo, trabajó en Air France; a pesar de que su padre se oponía y su abuela "tuvo la gran mancha" de cobrar por tocar el piano. A Astrid Gil-Casares no le importa la opinión de los demás: "No me influye lo que piensen de mí. Ése es un gran privilegio". Gil-Casares ha tenido una relación compleja con su extracción social porque aunque no reniega en absoluto de ella, reconoce que tuvo que ir al psicólogo con 20 años para entender por qué ella tenía tantas posibilidades. "Yo no me esforzado un sólo día de mi vida. Si me esfuerzo, es mi decisión", reconoce la escritora.

En su entorno, antes había "progresistas en lo moral y conservadores en lo económico". Reconoce que eso era "tener mucho morro", pero le inquieta los comentarios que escucha ahora. "Ahora oigo a conocidos que dicen que es mejor que la mujer no trabaje. Con 20 años no oí eso jamás".

Marisol Rojas

Marisol Rojas

Trabaja en la Cadena Ser desde 2007. Empezó madrugando en Hoy por Hoy y ahora trasnocha en Hora 25....

 

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